El repertorio monumental y arquitectónico de la antigua ciudad se amplía con las últimas excavaciones
Jesús María Rodríguez , galera Actualizado 10.08.2009
No es probable que la niña Marta, cuando soñó allá por 1915 que sobre el techo abovedado de su cueva del barrio de El Real había un tesoro, vislumbrara que su nombre iba a estar asociado para siempre con dos de los más importantes yacimientos arqueológicos de los casi cincuenta que hay en el término municipal de Galera.
Nadie sabe cómo aquella chica, perteneciente a una humildísima familia de obreros del campo, intuyó que en el cerro en donde estaba excavada su vivienda -una escueta cueva en donde dicen sus descendientes que no había ni sillas para sentarse- se escondían sorprendentes tesoros. Lo cierto es que logró comunicar el entusiasmo a su familia, después de haberlo soñado durante tres días consecutivos, para descubrir valiosos escondrijos en el seno de la tierra. Y a ello se aplicaron durante algunos días.
La aparición de restos de vasijas extrañamente decoradas, así como fragmentos de sillares, columnas de mármol y cimientos de construcciones, desataron la codicia de los vecinos y en pocas semanas el cerro de El Real se pobló de gentes afectadas por una ibérica "fiebre del oro", que esperaban que la diosa Fortuna les señalase con el dedo. Ninguno de ellos sabía, y probablemente nunca lo llegaron a saber, que estaban en los niveles superiores del posteriormente emblemático cerro de El Real, solar de la ciudad ibérica de Tútugi, que fue romanizada y considerada como municipio entre los siglos II y III.
La casualidad hizo que por aquellos días estuviesen en Huéscar estudiando las pinturas rupestres de la Piedra del Letrero el abate francés H. Breuil -la máxima autoridad europea en la materia- y el boticario aficionado a la arqueología Federico de Motos. Al llegar a sus oídos que "en Galera han descubierto un tesoro" se dispusieron a investigar de qué se trataba. Una vez en el lugar y debidamente informados por las autoridades locales, toparon con los restos una impresionante ciudad que inmediatamente catalogaron como romana. Sin embargo, su espíritu científico les impidió conformarse con ello y decidieron localizar la necrópolis -muy poco les costó pues los "tesoreros" habían llegado ya a ella con sus destructivas actividades- en donde durante cientos de años aquellos antepasados enterraron a sus muertos. Y la encontraron. Estaba al norte de la ciudad antigua, al otro lado del río. Y, además, prácticamente intacta. Luego se sabría que era la más extensa de España.
Sucesivas intervenciones entre 1916 y 1918 desvelaron un mundo casi desconocido para los historiadores de ese momento como era la Cultura ibérica. O hispánica, como entonces la denominaron. Varios centenares de sepulturas, algunas realmente espectaculares, ofrecieron a los asombrados ojos de los arqueólogos el refinamiento de aquella civilización que hacía unos 2.500 años que se había iniciado en el Levante y Sureste peninsular bajo el patrocinio cultural nada menos que de la Grecia clásica. A la vista de la abundancia, calidad e importancia de los hallazgos, el Estado español declaró como monumento nacional toda el área (ciudad y su necrópolis) como Monumento Histórico Nacional en junio de 1931.
A partir de aquí, el abandono. Durante más de ochenta años nadie hizo cuentas de estos vestigios y se llegó a pensar que todo habría desaparecido. Hasta que en el verano del año 2000 un campo de trabajo demostró que era posible la recuperación, lo que ha traído como consecuencia varias intervenciones para su restauración y puesta a punto para visitarla, al estilo del Castellón Alto.
En los últimos meses se han desarrollado trabajos de restauración y excavación, subvencionados por el Ministerio de Fomento (75%) el Ayuntamiento de Galera (25%) con una cantidad total de 444.673,54 euros. La dirección de los trabajos fue encargada de María Oliva Rodríguez-Ariza, del Centro Andaluz de Arqueología Ibérica y profesora de Prehistoria de la Universidad de Jaén, contando con la colaboración de las arqueólogas Ana Tapia Espinosa y Mercedes Beatriz Luna Collantes y un grupo de 12 obreros. El proyecto de puesta en valor ha sido realizado por la arqueóloga María Oliva Rodríguez-Ariza y los arquitectos Juan Carlos García de los Reyes y Lucia Valero Martín.
En esta ocasión se han restaurado cuatro túmulos excavados en la campaña de 2006, algunos de ellos tan importantes como el número 20, donde apareció la famosa diosa de Galera. Esta intervención "nos amplía el repertorio monumental y arquitectónico que los habitantes de la Tútugi ibérica crearon para enterrar a sus muertos" dice la doctora Rodríguez. Así, en el túmulo 20 se puede admirar, cuando esté concluido, un lugar de enterramiento que posteriormente se convierte en una especie de "santuario" con pavimento pintado en rojo y blanco que reproduce el llamado "lingote chipriota", símbolo sagrado entre los pueblos del Mediterráneo del milenio I antes de Cristo.
"En el túmulo 50, -sigue informando la directora-, es posible que estuviera instalada una gran escultura pintada de rojo, algunos de cuyos fragmentos pudimos recuperar en la campaña anterior". Para facilitar el recorrido de los visitantes, se contemplan trabajos de mejora de los caminos que conforman esta ruta que se están ejecutando ya.
María Oliva manifiesta además que "los resultados de la excavación, han sido magníficos, descubriéndonos nuevos ejemplos de una arquitectura funeraria excepcional, con cámaras subterráneas de enormes dimensiones", y añade que "la investigación de todo lo recuperado, actualmente en curso, está definiendo la cronología de los túmulos excavados, el comienzo y desarrollo de la necrópolis, su estructuración y como reflejo de la estructura política y social del oppidum ibérico de Tútugi entre los siglos V y II a.C. Todo ello hace que la necrópolis sea única en cuanto a su extensión y al tamaño de sus túmulos, creando una monumentalización del espacio en el que se ubica y no sólo de las estructuras funerarias", concluye la arqueóloga.
Estas actuaciones se completarán en un futuro inmediato con la realización de un Centro de recepción de visitantes, junto al actual aparcamiento del yacimiento, y que será subvencionado por la Diputación de Granada, dentro de un amplio programa de ayudas europeas Urban y del Ayuntamiento de Galera
Nadie sabe cómo aquella chica, perteneciente a una humildísima familia de obreros del campo, intuyó que en el cerro en donde estaba excavada su vivienda -una escueta cueva en donde dicen sus descendientes que no había ni sillas para sentarse- se escondían sorprendentes tesoros. Lo cierto es que logró comunicar el entusiasmo a su familia, después de haberlo soñado durante tres días consecutivos, para descubrir valiosos escondrijos en el seno de la tierra. Y a ello se aplicaron durante algunos días.
La aparición de restos de vasijas extrañamente decoradas, así como fragmentos de sillares, columnas de mármol y cimientos de construcciones, desataron la codicia de los vecinos y en pocas semanas el cerro de El Real se pobló de gentes afectadas por una ibérica "fiebre del oro", que esperaban que la diosa Fortuna les señalase con el dedo. Ninguno de ellos sabía, y probablemente nunca lo llegaron a saber, que estaban en los niveles superiores del posteriormente emblemático cerro de El Real, solar de la ciudad ibérica de Tútugi, que fue romanizada y considerada como municipio entre los siglos II y III.
La casualidad hizo que por aquellos días estuviesen en Huéscar estudiando las pinturas rupestres de la Piedra del Letrero el abate francés H. Breuil -la máxima autoridad europea en la materia- y el boticario aficionado a la arqueología Federico de Motos. Al llegar a sus oídos que "en Galera han descubierto un tesoro" se dispusieron a investigar de qué se trataba. Una vez en el lugar y debidamente informados por las autoridades locales, toparon con los restos una impresionante ciudad que inmediatamente catalogaron como romana. Sin embargo, su espíritu científico les impidió conformarse con ello y decidieron localizar la necrópolis -muy poco les costó pues los "tesoreros" habían llegado ya a ella con sus destructivas actividades- en donde durante cientos de años aquellos antepasados enterraron a sus muertos. Y la encontraron. Estaba al norte de la ciudad antigua, al otro lado del río. Y, además, prácticamente intacta. Luego se sabría que era la más extensa de España.
Sucesivas intervenciones entre 1916 y 1918 desvelaron un mundo casi desconocido para los historiadores de ese momento como era la Cultura ibérica. O hispánica, como entonces la denominaron. Varios centenares de sepulturas, algunas realmente espectaculares, ofrecieron a los asombrados ojos de los arqueólogos el refinamiento de aquella civilización que hacía unos 2.500 años que se había iniciado en el Levante y Sureste peninsular bajo el patrocinio cultural nada menos que de la Grecia clásica. A la vista de la abundancia, calidad e importancia de los hallazgos, el Estado español declaró como monumento nacional toda el área (ciudad y su necrópolis) como Monumento Histórico Nacional en junio de 1931.
A partir de aquí, el abandono. Durante más de ochenta años nadie hizo cuentas de estos vestigios y se llegó a pensar que todo habría desaparecido. Hasta que en el verano del año 2000 un campo de trabajo demostró que era posible la recuperación, lo que ha traído como consecuencia varias intervenciones para su restauración y puesta a punto para visitarla, al estilo del Castellón Alto.
En los últimos meses se han desarrollado trabajos de restauración y excavación, subvencionados por el Ministerio de Fomento (75%) el Ayuntamiento de Galera (25%) con una cantidad total de 444.673,54 euros. La dirección de los trabajos fue encargada de María Oliva Rodríguez-Ariza, del Centro Andaluz de Arqueología Ibérica y profesora de Prehistoria de la Universidad de Jaén, contando con la colaboración de las arqueólogas Ana Tapia Espinosa y Mercedes Beatriz Luna Collantes y un grupo de 12 obreros. El proyecto de puesta en valor ha sido realizado por la arqueóloga María Oliva Rodríguez-Ariza y los arquitectos Juan Carlos García de los Reyes y Lucia Valero Martín.
En esta ocasión se han restaurado cuatro túmulos excavados en la campaña de 2006, algunos de ellos tan importantes como el número 20, donde apareció la famosa diosa de Galera. Esta intervención "nos amplía el repertorio monumental y arquitectónico que los habitantes de la Tútugi ibérica crearon para enterrar a sus muertos" dice la doctora Rodríguez. Así, en el túmulo 20 se puede admirar, cuando esté concluido, un lugar de enterramiento que posteriormente se convierte en una especie de "santuario" con pavimento pintado en rojo y blanco que reproduce el llamado "lingote chipriota", símbolo sagrado entre los pueblos del Mediterráneo del milenio I antes de Cristo.
"En el túmulo 50, -sigue informando la directora-, es posible que estuviera instalada una gran escultura pintada de rojo, algunos de cuyos fragmentos pudimos recuperar en la campaña anterior". Para facilitar el recorrido de los visitantes, se contemplan trabajos de mejora de los caminos que conforman esta ruta que se están ejecutando ya.
María Oliva manifiesta además que "los resultados de la excavación, han sido magníficos, descubriéndonos nuevos ejemplos de una arquitectura funeraria excepcional, con cámaras subterráneas de enormes dimensiones", y añade que "la investigación de todo lo recuperado, actualmente en curso, está definiendo la cronología de los túmulos excavados, el comienzo y desarrollo de la necrópolis, su estructuración y como reflejo de la estructura política y social del oppidum ibérico de Tútugi entre los siglos V y II a.C. Todo ello hace que la necrópolis sea única en cuanto a su extensión y al tamaño de sus túmulos, creando una monumentalización del espacio en el que se ubica y no sólo de las estructuras funerarias", concluye la arqueóloga.
Estas actuaciones se completarán en un futuro inmediato con la realización de un Centro de recepción de visitantes, junto al actual aparcamiento del yacimiento, y que será subvencionado por la Diputación de Granada, dentro de un amplio programa de ayudas europeas Urban y del Ayuntamiento de Galera
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